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Fernando Romero (Deportellano de guardia)
Buenas Carlitos, vaya día que te has perdido. Seguro que allí estás bien. Pero aquí estamos felices, por lo que todo se está haciendo más fácil y llevadero. ¡Cómo estamos disfrutando! Cada partido es un nuevo motivo de ilusión. Lo de ayer contra el Lucena no tiene nombre, bueno si, espectacular. Sinceramente, te habría merecido más la pena haberte ido al final de la temporada pasada, porque te habrías evitado grandes dosis de sufrimiento y ahora estarías disfrutando como un loco (aunque en tu viaje estarás disfrutando, me refería al apartado fútbol, ya sabes)
¿Sabes? Ayer el partido fue grande. El cumpleaños merecía ese final. No habría sido justo que hubiera acabado en derrota o empate, porque este equipo trabaja para recoger frutos como el de ayer. Durante el partido, me dediqué a observar. Me alejé de planteamientos ofensivos, defensivos o tácticas y jugadas de estrategia. Me fijé en la afición. ¡Vaya caras! Felicidad plena. Sonrisas que dejaban claro que estaban disfrutando como hacía tiempo que no lo hacían. La frase más repetida era: “Cómo estamos jugando”. Queda todo dicho.
Me alegré por mucha gente. Porque se lo merecían. Me alegré por la afición, que ya se había acostumbrado a ser sufridora, a penar, a pedir la hora, a monólogos de partidos donde los empates y derrotas eran la tónica dominante. A escuchar ruedas de prensa donde las excusas y la chabacanería en forma de humor andaluz no convencían a nadie. Ahora se habla donde hay que hablar: en el terreno de juego. Un entrenador hace bueno a los futbolistas, pero los futbolistas engrandecen la figura del entrenador, no en la sala de prensa, sino en el campo. La afición se merecía esto. Tanta fidelidad ha tenido su recompensa. Ahora están volviendo a soñar… porque de momento (seamos sensatos y prudentes) tienen argumentos para soñar.
Me alegré al ver en el palco al presidente sonreír, que hace tiempo que no lo hacía. Tras asumir decisiones arriesgadas que le han costado muy caro y han enturbiado su buena gestión, le tocaba asumir un nuevo reto, muy arriesgado, pero que por ahora le está saliendo bien. Nadie duda que siempre haya obrado de buena fe, pero se estaba estrellando. Tras cesar a Manolo Hierro apostaba de manera personal por Jacobo Maestre, y se merecía que en esta ocasión le saliera bien. Porque a nadie se le olvide que los jugadores han llegado gracias a la buena gestión del director general (simpatías aparte) pero el entrenador está donde está porque el presidente dijo: “Vamos a darle la oportunidad a Jacobo” (el “dire” tenía varios nombres aunque se empeñen en negarlo).
Me alegré, por supuesto, por Jacobo Maestre. No tenía un reto fácil. Pero desde el primer día que asumió el mando solo tuvo un pensamiento: trabajar, trabajar y trabajar. Palabra que hace un tiempo no se utilizaba dentro del vestuario. Empezó con cuatro mil miradas expectantes y desafiantes. Ahora tiene (cosas del maravilloso fútbol y sus resultados) cuatro mil miradas de complicidad y apoyo. Que duren por dios, que duren, porque significaría que el equipo va bien.
Miré a los laterales del palco. En uno de ellos, Barquilla y Asencio. En el otro, Lorenzo Ocaña. Me alegré por ellos. Los vi muy felices. Mucho. Se lo merecían. Tanto tiempo trabajando por el club de manera desinteresada y desagradecida, merecía que disfrutaran de su condición de aficionado. Nunca se les podrá agradecer lo que han hecho por el club, lidiando con nosotros, pero nunca retirándonos el saludo y sobre todo, en el caso de Barquilla, enfadado conmigo por lo que decía o escribía pero teniendo el valor de decírmelo a la cara, aunque casi nunca llegábamos a un acuerdo (¿verdad Javier?). Un valor que no han tenido otros. Me alegré por ellos. Se que es tarde, pero gracias a los tres (y no me olvido de Pedro Mora o Javi Rubio).
Me alegré por los jugadores. Que ven como “las palizas diarias que nos mete el entrenador” tienen su recompensa. Pero reconozco que me alegré especialmente por Roberto Encinas. Un jugador que supo aceptar las críticas personal y públicamente (ojalá algunos aprendieran de ti). Déjame Carlos que me apunte esta medalla, porque aún reconociendo públicamente que no rendía acorde a lo esperado, siempre dije que “era y es un buen jugador”. Gracias Encinas por aceptar mis críticas y sobre todo, no bajes la guardia. Aprovecha tu momento, disfrútalo y cada día me alegra más que sigas en Puertollano. Tienes aún mucho que demostrar.
Y por último, también me alegré por los medios de comunicación. Las caras de felicidad en la sala de prensa tras el partido lo decían todo. Hemos callado mucho, hemos sufrido mucho (más de lo que imaginan), hemos recibido mucho cariño, críticas constructivas, críticas objetivas y alguna injusta crítica destructiva, pero es lo que nos toca, porque como dice la gente “va en el sueldo” (en el caso de David y tuyo mal lo lleváis amigos, eso os pasa por querer pagarme el doble que vosotros). La prensa también nos merecíamos disfrutar de este momento dulce. Aunque algunos se empeñen en ponerlo en duda, somos de la UD Puertollano, y estamos orgullosos de ello. Queremos lo mejor, el presidente tiene derecho a equivocarse basado en el principio de buena fe. Nosotros también. Y todos. Felicidades a toda la UD Puertollano por nuestro 60 cumpleaños.